jueves, 31 de mayo de 2007

El genio

En la India, había una familia muy pobre que carecía de todo y pasaban muchas necesidades, mientras que a su vecino no le faltaba de nada y vivía en una casa magnífica rodeada de un esplendoroso jardín. La mujer del hombre pobre era bastante envidiosa y se preguntaba de dónde habría sacado los bienes su vecino, así que decidió espiarle y un día vio que el vecino daba tres palmadas y al instante aparecía un genio que llevaba una enorme espada en la cintura; el vecino le dio todo tipo de órdenes sobre el mantenimiento, limpieza y abastecimiento de la casa y el genio las cumplió de inmediato. La mujer volvió corriendo donde estaba su marido y le contó lo que había visto. "Tienes que pedirle que nos preste el genio, así tendremos de todo como él y dejaremos de pasar penalidades", le dijo entusiasmada.

El marido era un poco reacio, pero ante la constante insistencia de la mujer accedió a ir a hablar con el vecino. Llamó a la puerta y su vecino le abrió: "Hola, vecino, vengo a pedirte un grandísimo favor. Mi mujer ha visto que tienes un genio que te ayuda a realizar todas las tareas de la casa y que te consigue todo lo que le pides, nosotros no tenemos nada y pasamos muchas penurias, me gustaría que me prestaras una temporada al genio para así poder dejar de ser tan pobres y conseguir tener algunos bienes" le dijo con gran vergüenza.

El vecino le miró compasivo y contestó: "De acuerdo, te prestaré a mi genio, pero te advierto que no es tan fácil como parece. Cuando se invoca a este genio hay que estarle mandando hacer cosas constantemente, porque si no se hace así, se enfadará y con la gran espada que lleva a la cintura te cortará la cabeza; te lo advierto de nuevo, no es tan fácil como parece estarle mandando cosas constantemente, así que ten mucho cuidado. Mira yo me marcho de viaje y tardaré un par de días en volver, te lo dejo ese tiempo. Lo único que tienes que hacer para invocar al genio es dar tres palmadas y él aparecerá ante ti".

El marido volvió corriendo con gran alegría hasta donde estaba su esposa: "Mira, me ha dejado la jarra que contiene el genio y está a nuestra disposición mientras nuestro vecino esté de viaje. ¡Lo he conseguido! Dejaremos de ser pobres, tendremos de todo y nada faltará a nuestros hijos. ¡Qué alegría!".

La mujer estaba muy impaciente por empezar a pedir cosas y le dijo que invocara al genio de inmediato. El marido dio tres palmadas y al instante el genio apareció ante ellos entre una nube de humo, era impresionante por su gran tamaño, sus lujosas ropas y por la enorme espada que portaba a la cintura: "Hola mi amo, dime qué deseas" dijo el genio.
Tanto el esposo como la mujer se pusieron muy contentos de tener a su disposición al genio y comenzaron a pedir de inmediato: "Quiero que nos construyas una mansión espléndida", dijo la mujer.

El genio chasqueó los dedos y al instante apareció ante ellos una mansión magnífica, muy grande y vistosa. Los esposos se quedaron maravillados ante la belleza y esplendor de la mansión y comenzaron a dar saltos de alegría. "Ahora llena la mansión de estupendos muebles", continuó el marido. El genio volvió a chasquear los dedos y la mansión se llenó de unos muebles muy lujosos. "Ahora queremos buenos ropajes para nosotros y para nuestros hijos", este deseo también se vio satisfecho al instante y así sucesivamente con todo lo que iban pidiendo, todos su deseos eran cumplidos de inmediato.

Cuando el matrimonio y sus hijos estuvieron vestidos con muy buenas ropas e instalados en al mansión se les ocurrió pedir los más ricos manjares que se pudieran concebir para así poder comer hasta saciarse, cosa que nunca habían hecho.

"Bueno, genio, ahora déjanos un rato mientras comemos esta espléndida comida que nos has traído", dijo el marido; pero el genio se le quedó mirando fijamente y le dijo: "Mi amo, ¿qué más deseas ahora?". Al ver que no le decían nada, ya que estaban comiendo con avidez, el genio puso cara de enfado y comenzó a desenvainar muy lentamente su espada. El marido se puso pálido y comenzó a balbucear: "Espera, espera, ahora quiero que me hagas un magnífico jardín"; el genio chasqueó los dedos y el jardín estuvo construido al instante. Así que apenas pudieron disfrutar de la estupenda comida ya que tenían que seguir ordenado cosas al genio. Le hicieron construir un estanque y un riachuelo en el jardín, luego un puentecito sobre el riachuelo, pronto se les acabaron las ideas sobre qué pedir al genio, así que este volvió a enfadarse y comenzó a desenvainar la espada. Entonces le mandaron que deshiciera algunas de las cosas que había construido y luego que las volviera a construir porque ya no sabían que más mandarle. "Quita el puente del riachuelo, deshaz el estanque, vuelve a hacerme otro estanque mejor, cambia los muebles de la casa...", le mandaban ya casi con angustia por que todas las órdenes eran cumplidas al instante y no podían parar ni un momento ya que el genio se enfadaba y les amenazaba con su espada.

Al llegar la noche apenas pudieron dormir ya que tenían que turnarse para dar órdenes al genio y así siguieron de muy mala manera ya que el genio en seguida estaba presto a sacar la espada y cortarles la cabeza en cuanto dejaban de mandarle cosas constantemente.

Al segundo día ya no podían más y el marido acudió muy temprano a la casa del vecino para ver si había regresado. Llamó a la puerta y el vecino le abrió. "Tienes que ayudarle", le dijo angustiado, "no puedo más, el genio no me deja vivir, ni disfrutar de todo lo que me ha dado; ya no sé que más mandarle y en cualquier momento va a acabar cortándome la cabeza, estoy desesperado, no sé que voy a hacer".

El vecino le miró con comprensión y le dijo: "Te lo advertí, no es fácil estar dándole ordenes siempre; pero no te preocupes yo sé como dominar al genio".

Juntos acudieron a la casa del matrimonio y el vecino ordenó al genio: "Genio, construye un pozo en el jardín que llegue hasta el centro de la tierra"; el genio chasqueó los dedos y al instante el pozo estuvo construido. "Bien, ahora coloca un poste en el centro del pozo que también llegue hasta el centro de la tierra" y el genio lo hizo. "Muy bien, ahora quiero que subas y bajes por el poste hasta que yo te diga"; con lo que el genio se puso a subir y bajar por el poste.

El vecino se volvió hacia el hombre y le dijo "Ves, no era tan difícil dominar al genio, pero hay que saber cómo hacerlo y qué ordenarle". Éste suspiró aliviado ya que algo que en un principio había creído ser una cosa estupenda se había transformado en una angustia ya que varias veces había estado a punto de perder la cabeza.

Al cabo de bastante tiempo el genio llamó a su amo para decirle que estaba cansado de subir y bajar por el poste, y que si le dejaba volver a su jarra, él solo haría lo que le mandaran sin agobiar a su dueño y sin utilizar más la espada.

miércoles, 30 de mayo de 2007

¡Hoy puedo!

Hoy puedo quejarme porque el día esta lluvioso,
o puedo dar las gracias a Dios porque las plantas
están siendo regadas por la lluvia.

Hoy puedo quejarme de mi salud,
o puedo regocijarme de que estoy vivo.

Hoy puedo lamentarme de todo lo que mis padres
no me dieron mientras estaba creciendo,
o puedo sentirme agradecido de que me permitieran haber nacido.

Hoy puedo llorar porque las rosas tienen espinas,
o puedo celebrar que las espinas tienen rosas.

Hoy puedo autocompadecerme por no tener muchos amigos,
o puedo emocionarme y embarcarme
en la aventura de descubrir nuevas relaciones.

Hoy puedo quejarme porque tengo que ir a trabajar,
o puedo gritar de alegría porque tengo un trabajo.

Hoy puedo quejarme porque tengo que ir a la escuela,
o puedo abrir mi mente energéticamente
y llenarla de nuevos y ricos conocimientos.

Hoy puedo murmurar amargadamente
porque tengo que hacer los labores del hogar,
o puedo sentirme honrado porque tengo un techo
para mi mente, cuerpo y alma.

Lo que suceda hoy dependerá de mí,
debo escoger qué tipo de día voy a tener.

Vive tu vida con los pies puestos en la tierra
pero con los ojos y el corazón bien puestos en el cielo.

Autor: Lautaro

martes, 29 de mayo de 2007

El chantaje

Un niño visitaba a sus abuelos en su finca. Le habían dado un tira-piedra para que jugara en el bosque y, por mucho que el practicaba, nunca le daba al blanco. Al fin, desanimado y cansado, caminaba hacia su casa para cenar, cuando se encontró el pato favorito de su abuela. En un momento de impulso lanzó una piedra, y le dio directamente a la cabeza del pato el cual quedó muerto.

El niño se espantó y por el pánico que tenía, escondió el pato muerto en una pila de madera. Entonces vio que su hermana Sally lo había visto todo, y no dijo nada. Pero ese día, después del almuerzo, la abuela dijo:
- Sally, vamos a lavar los platos.
Sally respondió:
- Abuela, Johnny me dijo que el quería ayudarte en la cocina.
Entonces le susurró a su hermano:
- ¿Recuerdas el pato?.
Johnny, sintiéndose chantajeado, lavó los platos.

Más tarde el abuelo le preguntó a los niños si querían irse de pesca, y la abuela dijo:
- Lo siento pero necesito que Sally se quede y me ayude a preparar la cena.
Sally solo sonrió y dijo:
- Bueno, está bien, pero Johnny me dijo que él te quería ayudar.
De nuevo le susurró al hermano:
- ¿Recuerdas el pato?
Así que Sally se fue a pescar y Johnny se quedó ayudando en la casa.

Después de varios días en que Johnny hacía los quehaceres de Sally, no pudo aguantar más, y fue a donde estaba su abuela y le confesó que él había matado el pato.
La abuela lo abrazó y le dijo:
- Mi amor, yo lo sabía. Yo estaba parada en la ventana y lo vi todo. Tú mismo te hiciste esclavo de Sally por el miedo de confiarme tu problema. Yo te amo y te perdono, solo esperaba que tú fueras honesto conmigo para liberarte del chantaje de Sally.

lunes, 28 de mayo de 2007

¡Sacúdete y sube!

Se cuenta de cierto campesino que tenia una mula ya vieja. En un lamentable descuido, la mula cayó en un pozo que había en la finca. El campesino oyó los bramidos del animal, y corrió para ver lo que ocurría. Le dio pena ver a su fiel servidora en esa condición, pero después de analizar cuidadosamente la situación, creyó que no había modo de salvar al pobre animal, y que más valía sepultarla en el mismo pozo.

El campesino llamó a sus vecinos y les contó lo que estaba ocurriendo y los enlistó para que le ayudaran a enterrar la mula en el pozo para que no continuara sufriendo.

Al principio, la mula se puso histérica. Pero a medida que el campesino y sus vecinos continuaban paleando tierra sobre sus lomos, una idea vino a su mente. A la mula se le ocurrió que cada vez que una palada de tierra cayera sobre sus lomos... ¡ELLA DEBÍA SACUDIRSE Y SUBIR SOBRE LA TIERRA!

Esto hizo la mula palazo tras palazo. "Sacúdete y sube. Sacúdete y sube. ¡¡Sacúdete y sube!!" Repetía la mula para alentarse a sí misma. No importaba cuán dolorosos fueran los golpes de la tierra y las piedras sobre su lomo, o lo tormentoso de la situación, la mula luchó contra el pánico, y continuó SACUDIÉNDOSE Y SUBIENDO. A sus pies se fue elevando de nivel el piso.

Los hombres sorprendidos captaron la estrategia de la mula, y eso los alentó a continuar paleando. Poco a poco se pudo llegar hasta el punto en que la mula cansada y abatida pudo salir de un brinco de las paredes de aquel pozo.
La tierra que parecía que la enterraría, se convirtió en su bendición, todo por la manera en la que ella enfrentó la adversidad.

viernes, 25 de mayo de 2007

Se venden cachorros

Un tendero estaba clavando sobre la puerta de su tienda un letrero que decía: "Se venden cachorros".
Letreros como ese tiene una atracción especial para los niños pequeños y efectivamente, un niño apareció bajo el letrero del tendero.
- ¿Cuánto cuestan los cachorros?, preguntó.
- Entre $30 y 50 dólares, respondió el tendero.
El niño metió la mano en su bolsillo y sacó un poco de cambio.
- Tengo $2.37 dólares, dijo. ¿Puedo verlos, por favor?
El tendero sonrió y silbó, y de la caseta de los perros salió "Dama", que corrió por el pasillo de la tienda seguida de cinco pequeñitas y diminutas bolas de pelo. Un cachorro se estaba demorando considerablemente. El niño inmediatamente distinguió al cachorro rezagado. ¡Era cojo!.
- ¿Qué le pasa a ese perrito?, preguntó.
El tendero le explicó que el veterinario había examinado al cachorro y había descubierto que le faltaba una cavidad de la cadera y que cojearía por siempre. Estaría lisiado toda su vida. El niño se entusiasmo.
- ¡Ese es el cachorro que quiero comprar!, dijo.
- NO, tu NO quieres comprar ese perrito. Si realmente lo quieres, te lo voy a regalar, dijo el tendero.
El niño se enfadó mucho. Miró al tendero directo a los ojos, y moviendo el dedo replicó:
- No quiero que me lo regale. Ese perrito vale exactamente tanto como los otros perros y voy a pagar su precio completo. De hecho, ahorita le voy a dar $2.37 dólares y luego 50 centavos al mes hasta terminar de pagarlo.
El tendero replicó:
- Realmente no quieres comprar este perrito. Nunca va a poder correr, brincar ni jugar contigo como los otros cachorritos.
Al oír esto, el niño se agachó y se enrolló la pierna del pantalón para mostrar una pierna izquierda gravemente torcida, lisiada, sostenida por un gran aparato ortopédico de metal.
Miró al tendero y suavemente le respondió:
- Bueno, pues yo tampoco corro tan bien que digamos, y el cachorrito va a necesitar a alguien que lo entienda.

Autor: Dan Clark

jueves, 24 de mayo de 2007

La deuda con la vida

Un día la vida tomó la figura de un joven apuesto y se puso a caminar por el mundo. A la orilla del bosque vio una cabaña, entro y encontró allí a un hombre pobre, enfermo de elefantiasis: todos sus miembros estaban hinchados y tan deformes que se movía con mucha dificultad.
- ¡Oh! ¿Qué venturosos vientos te trajeron a mí? ¿Quien eres tú? -Dijo el enfermo.
- Soy la vida -respondió el caminante- Algunos me reconocen cuando llego, pero no cuando vuelvo. Yo voy y vengo; volveré por estos lugares dentro de siete años.
- Pero ¿por qué gimes tanto?
- Tengo una enfermedad horrible; ha destruido mi aspecto humano y me ha quitado la alegría de vivir. Ya no puedo más.
- Si quieres -dijo la vida- te curo. Pero tú me olvidarás.
- ¡No! -le aseguro el enfermo- Guardaré eternamente en mi memoria a quien me cure y le estaré agradecido para siempre.
La vida esparció un polvo misterioso sobre el enfermo, y este quedo curado como por encanto.

La vida siguió su camino y enseguida llegó a la cabaña de un leproso.
- Bendito tu que vienes a mi -exclamo el leproso al ver al hermoso joven- ¿Puedo saber tu nombre?
- Yo soy la vida -dijo el recién llegado- Algunos me reconocen cuando llego, pero no cuando regreso. Voy y vengo. Volveré por estos rumbos dentro de siete años. Puedo curarte, pero ¿te acordarás de mi?
- No te olvidare mientras viva -dijo el leproso.
La vida lo curo y siguió su camino.

Al llegar a una aldea se encontró con un ciego que buscaba el camino con un bastón cuando oyó pasos, se detuvo y preguntó:
- ¿Quién va? ¡Cuidado con este pobre ciego!
- Yo soy la vida. Algunos me reconocen cuando llego, pero no cuando vuelvo.
Cuando llegó, curo también al ciego y desapareció.

Pasaron los años, y a su tiempo, como lo había prometido, volvió, pero esta vez oculto bajo la figura de un ciego. Era tan tarde cuando llegó a la cabaña del ciego que había curado. Tocó la puerta. No estaba, pero le abrió su esposa.
- Tenga piedad de este pobre ciego -dijo la vida- Conozco a su esposo ¿me puede dar un refresco mientras lo espero? Me basta con un poco de agua.
- Mi esposo es un verdadero tonto -refunfuñó la mujer- Trae a casa a cuanto pobre se encuentra.
Puso un poco de agua sucia en una vieja jícara y se la ofreció de mal modo al falso ciego. Por fin llego el señor de la casa, y la vida se dirigió a él:
- Estoy de paso dijo, ¿puedes darme alojamiento hasta mañana?
El hombre murmuró algo, después extendió una estera en la esquina de la cabaña y dio al ciego un puñado de cacahuetes.
Cuando despunto al alba, la vida llamo a su anfitrión y le dijo:
- ¿No te dije que algunos conocen a la vida cuando viene pero no cuando regresa? Tú no me has reconocido, porque la ceguera se ha quedado en tu corazón y volverá también a tus ojos. Dijo esto y salió dejando tras de si una polvareda. El hombre volvió a ser ciego, como siete años antes.

Cuando la vida llego a la cabaña del antiguo leproso se cubrió de una lepra tan horrible que la seguían enjambres de moscas. Tocó la puerta, pero aquel hombre, viendo al leproso no lo dejo entrar y rehusó darle de comer porque estaba demasiado sucio.
- Te lo había dicho -le recordó el caminante- algunos conocen la vida cuando viene pero no cuando regresa.
Y se marchó, dejando tras de si un reguero del misterio polvo. El hombre ingrato se cubrió de nuevo de tanta lepra que la carne se le caía a pedazos.

Cuando llegó a la cabaña del antiguo enfermo de elefantiasis, la vida se hinchó los miembros de tal modo que a duras penas podía caminar. Se asomó a la puerta y dijo:
- Buen hombre, un poco de refresco por caridad.
- Adelante. Entra -dijo el hombre, apresurándose a ayudar al fingido enfermo- ¡Oh, qué desgracia! Tan joven y tan enfermo. Yo también, hace tiempo, tuve esa fea enfermedad, pero pasó por aquí un buen hombre y me curó. Quizá…
Y mientras hablaba puso a cocer un plato de arroz, dio al enfermo nueces y una jícara llena de leche fresca; después preparó un asado de carnero y se ocupo de cuidar al enfermo. En la mañana, la vida se presentó como el joven hermoso que era y dijo:
- Tú has reconocido a la vida también a su regreso. No olvidas los beneficios recibidos y sabes socorrer a quien sufre lo mismo que tú has sufrido. Por eso permanecerás sano y gozaras de prosperidad.
El hombre quiso hacer un regalo a la vida, unas vacas. Pero el joven se lo agradeció diciendo:
- No tengo necesidad de riquezas. Quiero que recuerdes una cosa importante: La vida puede cambiar y traer hoy bienes y mañana males, pero con frecuencia depende de ustedes hacerla mejor o peor.

La vida nos ha entregado a muchos una oportunidad, debemos aprender a aprovecharla, pero debemos siempre saber cuando se presente a cobrar, ser lo suficientemente agradecidos y pagarle eso que tenemos, que la propia vida nos dio.

Tratemos de poner lo mejor de nosotros siempre con todos, principalmente con la familia para que el día que no estemos aquí, dejemos recuerdos lindos y que nos extrañen con cariño.

miércoles, 23 de mayo de 2007

Decálogo de la serenidad

Sólo por hoy trataré de vivir exclusivamente el día, sin querer resolver el problema de mi vida todo de una vez.

Sólo por hoy tendré el máximo cuidado de mi aspecto, cortés en mis maneras, no criticaré a nadie y no pretenderé mejorar o disciplinar a nadie sino a mí mismo.

Sólo por hoy seré feliz en la certeza de que he sido creado para la felicidad, no sólo en el otro mundo, sino también en este.

Sólo por hoy me adaptaré a las circunstancias, sin pretender que todas las circunstancias se adapten a mis deseos.

Sólo por hoy dedicaré diez minutos de mi tiempo a una buena lectura, recordando que, como el alimento es necesario para la vida del cuerpo, así la buena lectura es necesaria para la vida del alma.

Sólo por hoy haré una buena acción y no lo diré a nadie.

Sólo por hoy haré por lo menos una sola cosa que no deseo hacer, y si me sintiera ofendido en mis sentimientos, procuraré que nadie se entere.

Sólo por hoy me haré un programa detallado. Quizá no lo cumpliré a cabalidad, pero lo redactaré y me guardaré de dos calamidades: la prisa y la indecisión.

Sólo por hoy creeré aunque las circunstancias demuestren lo contrario, que la buena providencia de Dios se ocupa de mí como si nadie más existiera en el mundo.

Sólo por hoy no tendré temores. De manera particular no tendré miedo de gozar de lo que es bello y creer en la bondad.

Puedo hacer el bien durante doce horas, lo que me descorazonaría si pensase tener que hacerlo durante toda mi vida.

Autor: Juan XXIII

martes, 22 de mayo de 2007

Incidente aéreo

El 14 de octubre de 1998, en un vuelo trasatlántico de la línea aérea British Airways tuvo lugar el siguiente suceso:

A una dama la sentaron en el avión al lado de un hombre de raza negra. La mujer pidió a la azafata que la cambiara de sitio, porque no podía sentarse al lado de una persona tan desagradable.
La aeromoza argumentó que el vuelo estaba muy lleno, pero que iría a revisar a primera clase a ver si por si acaso podría encontrar algún lugar libre.
Todos los demás pasajeros observaron la escena con disgusto, no sólo por el hecho en si, sino por la posibilidad de que hubiera un sitio para la mujer en primera clase.
La señora se sentía feliz y hasta triunfadora porque la iban a quitar de ese sitio y ya no estaría cerca de aquella persona.

Minutos más tarde regreso la azafata y le informo a la señora:
- Discúlpeme señora, pero efectivamente todo el vuelo esta lleno... pero afortunadamente encontré un lugar vacío en primera clase. Sin embargo, para poder hacer este tipo de cambios le tuve que pedir autorización al capitán. Él me indico que no se podía obligar a nadie a viajar al lado de una persona tan desagradable.

La “señora" con cara de triunfo, intentó salir de su asiento, pero la empleada en ese momento se voltea y le dice al hombre de raza negra:
- ¿Señor, sería usted tan amable de acompañarme a su nuevo asiento?

Todos los pasajeros del avión se levantaron y ovacionaron la acción de la aeromoza.

Ese año, esta empleada y el capitán fueron premiados y gracias a esa actitud, la empresa British Airways se dio cuenta que no le había dado demasiada importancia a la capacitación de su personal en el área de atención al cliente, la empresa hizo cambios de inmediato; desde ese momento en todas las oficinas de British Airways se lee el siguiente mensaje:

"Las personas pueden olvidar lo que les dijiste, las personas pueden olvidar lo que les hiciste, pero nunca olvidarán como las hiciste sentir."

lunes, 21 de mayo de 2007

El sueño de la oruga

Un pequeño gusanito caminaba un día en dirección al sol. Muy cerca del camino se encontraba un saltamontes:
- ¿Hacia dónde te diriges?, le preguntó.

Sin dejar de caminar, la oruga contestó:
- Tuve un sueño anoche; soñé que desde la punta de la gran montaña yo miraba todo el valle. Me gustó lo que vi en mi sueño y he decidido realizarlo.

Sorprendido, el saltamontes dijo, mientras su amigo se alejaba:
- ¡Debes estar loco!, ¿Cómo podrías llegar hasta aquel lugar?
- ¡Tú, una simple oruga!. Una piedra será para ti una montaña, un pequeño charco un mar y cualquier tronco una barrera infranqueable.

Pero el gusanito ya estaba lejos y no lo escuchó. Sus diminutos pies no dejaron de moverse.
La oruga continuó su camino, habiendo avanzado ya unos cuantos centímetros.

Del mismo modo, la araña, el topo, la rana y la flor aconsejaron a nuestro amigo a desistir de su sueño!
-¡No lo lograrás jamás! - le dijeron -, pero en su interior había un impulso que lo obligaba a seguir.

Ya agotado, sin fuerzas y a punto de morir, decidió parar a descansar y construir con su último esfuerzo un lugar donde pernoctar:
- Estaré mejor, fue lo último que dijo, y murió.

Todos los animales del valle por días fueron a mirar sus restos. Ahí estaba el animal más loco del pueblo.
Había construido como su tumba un monumento a la insensatez. Ahí estaba un duro refugio, digno de uno que murió "por querer realizar un sueño irrealizable".

Una mañana en la que el sol brillaba de una manera especial, todos los animales se congregaron en torno a aquello que se había convertido en una ADVERTENCIA PARA LOS ATREVIDOS. De pronto quedaron atónitos.

Aquella concha dura comenzó a quebrarse y con asombro vieron unos ojos y una antena que no podía ser la de la oruga que creían muerta. Poco a poco, como para darles tiempo de reponerse del impacto, fueron saliendo las hermosas alas arco iris de aquel impresionante ser que tenían frente a ellos: UNA MARIPOSA.

No hubo nada que decir, todos sabían lo que haría: se iría volando hasta la gran montaña y realizaría un sueño; el sueño por el que había vivido, por el que había muerto y por el que había vuelto a vivir.

"Todos se habían equivocado". Si tienes un sueño, vive por él, intenta alcanzarlo, pon la vida en ello y si te das cuenta que no puedes, quizá necesites hacer un alto en el camino y experimentar un cambio radical en tu vida y entonces, con otro aspecto, con otras posibilidades y circunstancias distintas: !!LO LOGRARÁS!!!!

El éxito en la vida no se mide por lo que has logrado, sino por los obstáculos que has tenido que enfrentar en el camino.

Lucha con todas tus fuerzas por lo que deseas y alcanzarás tus sueños. No importa las veces que lo intentes, sigue hasta el final.

viernes, 18 de mayo de 2007

Las capas de las cebollas

Había una vez un huerto lleno de hortalizas, árboles frutales y toda clase de plantas. Como todos los huertos, tenía mucha frescura y agrado. Por eso daba gusto sentarse a la sombra de cualquier árbol a contemplar todo aquel verdor y a escuchar el canto de los pájaros. Pero de pronto, un buen día empezaron a nacer unas cebollas especiales. Cada una tenía un color diferente: rojo, amarillo, naranja, morado... El caso es que los colores eran irisados, deslumbradores, centelleantes, como el color de una sonrisa o el color de un bonito recuerdo. Después de sesudas investigaciones sobre la causa de aquel misterioso resplandor, resultó que cada cebolla tenía dentro, en el mismo corazón (porque también las cebollas tienen su propio corazón), un piedra preciosa. Esta tenía un topacio, la otra un aguamarina, aquella un lapizlázuli, de las más allá una esmeralda ... ¡Una verdadera maravilla!

Pero por una incomprensible razón se empezó a decir que aquello era peligroso, intolerante, inadecuado y hasta vergonzoso. Total, que las bellísimas cebollas tuvieron que empezar a esconder su piedra preciosa e íntima con capas y más capas, cada vez más oscuras y feas, para disimular cómo eran por dentro. Hasta que empezaron a convertirse en unas cebollas de lo más vulgar.

Pasó entonces por allí un sabio, que gustaba sentarse a la sombra del huerto y sabía tanto que entendía el lenguaje de las cebollas, y empezó a preguntarlas una por una:
- ¿Por qué no eres como eres por dentro?
Y ellas le iban respondiendo:
-Me obligaron a ser así...
-Me fueron poniendo capas... incluso yo me puse algunas para que no me dijeran...

Algunas cebollas tenían hasta diez capas, y ya ni se acordaban de por qué se pusieron las primeras capas. Y al final el sabio se echó a llorar. Y cuando la gente lo vio llorando, pensó que llorar ante las cebollas era propio de personas muy inteligentes. Por eso todo el mundo sigue llorando cuando una cebolla nos abre su corazón. Y así será hasta el fin del mundo.

jueves, 17 de mayo de 2007

El alacrán

Un maestro oriental que vio cómo un alacrán se estaba ahogando, decidió sacarlo del agua, pero cuando lo hizo, el alacrán lo picó.
Por la reacción al dolor, el maestro lo soltó, y el animal cayó al agua y de nuevo estaba ahogándose. El maestro intentó sacarlo otra vez, y otra vez el alacrán lo picó.

Alguien que había observado todo, se acercó al maestro y le dijo:
- Perdone, ¡pero usted es terco! ¿No entiende que cada vez que intente sacarlo del agua lo picará?

El maestro respondió:
- La naturaleza del alacrán es picar, y eso no va a cambiar la mía, que es ayudar.
Y entonces, ayudándose de una hoja, el maestro sacó al animalito del agua y le salvó la vida.

No cambies tu naturaleza si alguien te hace daño; sólo toma precauciones. Algunos persiguen la felicidad; otros la crean.

miércoles, 16 de mayo de 2007

Los tres viejitos

Una mujer regaba el jardín de su casa y vio a tres viejos con sus años de experiencia frente a su jardín. Ella no los conocía y les dijo:
- No creo conocerlos, pero deben tener hambre. Por favor entren a mi casa para que coman algo. Ellos preguntaron:
- ¿Está el hombre de la casa?
- No - respondió ella - no está.
-Entonces no podemos entrar, dijeron ellos.

Al atardecer, cuando el marido llegó, ella le contó lo sucedido.
-¡Entonces diles que ya llegué invítalos a pasar!
La mujer salió a invitar a los hombres a pasar a su casa.
- No podemos entrar a una casa los tres juntos, explicaron los viejitos.
-¿Por qué?, quiso saber ella.
Uno de los hombres apuntó hacia otro de sus amigos y explicó:
- Su nombre es Riqueza.
Luego indicó hacia el otro.
- Su nombre es Éxito y yo me llamo Amor.
Ahora ve adentro y decide con tu marido a cuál de nosotros 3 desean invitar a vuestra casa.

La mujer entró a su casa y le contó a su marido lo que ellos le dijeron. El hombre se puso felíz:
- ¡Qué bueno! Y ya que así es el asunto entonces invitemos a Riqueza, que entre y llene nuestra casa.
Su esposa no estuvo de acuerdo:
- Querido, ¿por qué no invitamos a Exito?
La hija del matrimonio estaba escuchando desde la otra esquina de la casa y vino corriendo.
- ¿No sería mejor invitar a Amor? Nuestro hogar estaría entonces lleno de amor.
- Hagamos caso del consejo de nuestra hija - dijo el esposo a su mujer. - Ve afuera e invita a Amor a que sea nuestro huésped.

La esposa salió y les preguntó:
- ¿Cuál de ustedes es Amor? Por favor que venga y que sea nuestro invitado.
Amor se sentó en su silla y comenzó a avanzar hacia la casa. Los otros 2 también se levantaron y le siguieron. Sorprendida, la dama les preguntó a Riqueza y a Exito:
- Yo invité sólo a Amor ¿porqué Uds. también vienen?.
Los viejos respondieron juntos:
- Si hubieras invitado a Riqueza o a Éxito los otros 2 habrían permanecido afuera, pero ya que invitaste a Amor, donde vaya él, nosotros vamos con él.
Donde quiera que haya amor, hay también riqueza y éxito.

martes, 15 de mayo de 2007

Los obstáculos de la vida

Hace mucho tiempo, un rey colocó una gran roca obstaculizando un camino.
Luego se escondió y observó para ver si alguien quitaba la roca.
Algunos de los comerciantes más adinerados del reino y cortesanos pasaron por el camino, y simplemente giraron y pasaron al lado de la roca.
Muchos culparon al rey ruidosamente de no mantener los caminos despejados, pero ninguno hizo algo para sacar la piedra del camino.
Luego pasó un campesino con una carga de verduras.
Al aproximarse a la roca, el campesino puso su carga en el piso y trató de mover la roca a un lado del camino.
Después de empujar y fatigarse mucho, lo logró.
Mientras recogía su carga de vegetales, vio una bolsa en el suelo, justo donde había estado la roca.
Abrió la bolsa y, dentro de ella, encontró una cartera que contenía muchas monedas de oro y una nota del mismo rey indicando que el oro era para la persona que removiera la piedra del camino.
El campesino aprendió lo que los otros nunca entendieron. Cada obstáculo presenta una oportunidad para mejorar, si se actúa en vez de quejarse.

lunes, 14 de mayo de 2007

El verdadero valor del anillo

-Vengo, maestro, porque me siento tan poca cosa que no tengo fuerzas para hacer nada. Me dicen que no sirvo, que no hago nada bien, que soy torpe, bastante tonto. ¿Cómo puedo mejorar? ¿Qué puedo hacer para que me valoren más?
El maestro sin mirarlo le dijo:
-Cuanto lo siento muchacho, no puedo ayudarte, debo resolver primero mi propio problema. Quizás después... – y haciendo una larga pausa agregó- si quisieras ayudarme tú a mí, yo podría resolver este tema con más rapidez y después tal vez te pueda ayudar.
-E...encantado, maestro –titubeó el joven, pero sintió que otra vez era desvalorizado y sus necesidades postergadas.
-Bien – asintió el maestro. Se quitó el anillo que llevaba en el dedo pequeño de la mano izquierda y dándoselo al muchacho agregó – toma el caballo que está allí afuera y cabalga hasta el mercado. Debo vender este anillo porque tengo que pagar una deuda. Es necesario que obtengas por él la mayor suma posible, pero no aceptes menos de una moneda de oro. Vete antes y regresa con esa moneda lo más rápido que puedas.
El joven tomó el anillo y partió. Apenas llegó, empezó a ofrecer el anillo a los mercaderes. Estos lo miraban con algún interés hasta que el joven decía lo que pretendía por el anillo. Cuando el joven mencionaba la moneda de oro, algunos reían, otros le daban vuelta la cara y solo un viejito fue tan amable como para tomarse la molestia de explicarle que una moneda de oro era muy valiosa para entregarla a cambio de un anillo. En afán de ayudar, alguien le ofreció una moneda de plata y un cacharro de cobre, pero el joven tenía instrucciones de no aceptar menos de una moneda de oro y rechazó la oferta. Después de ofrecer su joya a toda persona que pasaba por el mercado – más de cien personas – y abatido por su fracaso, montó su caballo y regreso. Cuanto hubiera deseado el joven tener él mismo esa moneda de oro! Podría entonces habérsela entregado al maestro para liberarlo de su preocupación y recibir entonces su consejo y ayuda. Entró en la habitación.
- Maestro – dijo – lo siento, no es posible conseguir lo que me pediste. Quizás pudiera conseguir dos o tres monedas de plata, pero no creo que yo pueda engañar a nadie respecto del verdadero valor del anillo.
- Qué importante lo que dijiste, joven amigo – contestó sonriente el maestro – debemos saber primero el verdadero valor del anillo. Vuelve a montar y vete al joyero. ¿Quién mejor que él para saberlo? Dile que quisieras vender el anillo y pregúntale cuanto te da por él. Pero no importa lo que ofrezca, no se lo vendas. Vuelve aquí con mi anillo.
El joven volvió a cabalgar. El joyero examinó el anillo a la luz del candil, lo miró con su lupa, lo pesó y luego dijo:
- Dile al maestro muchacho, que si lo quiere vender ya, no puedo darle más de 58 monedas de oro por su anillo.
- ¡¿¿58 monedas??! – exclamó el joven.
-sí – replicó el joyero – yo sé que con tiempo podríamos obtener por él cerca de 70 monedas, pero no sé... Si la venta es urgente...
El joven corrió emocionado a casa del maestro a contarle lo sucedido.
- Siéntate – dijo el maestro después de escucharlo - . Tú eres como este anillo: una joya valiosa y única. Y como tal, solo puede evaluarte verdaderamente un experto. ¿qué haces por la vida pretendiendo que cualquiera descubra tu verdadero valor?
Y diciendo esto volvió a ponerse el anillo en el dedo pequeño de su mano izquierda.

domingo, 13 de mayo de 2007

La rana orgullosa

Una rana se preguntaba cómo podía alejarse del clima frío del invierno. Unos gansos le sugirieron que emigrara con ellos. Pero el problema era que la rana no sabía volar.
- Déjenmelo a mí, dijo la rana. Tengo un cerebro espléndido.
Luego pidió a dos gansos que la ayudaran a recoger una caña fuerte, cada uno sosteniéndola por un extremo. La rana pensaba agarrarse a la caña por la boca.
A su debido tiempo, los gansos y la rana comenzaron su travesía. Al poco rato pasaron por una pequeña ciudad, y los habitantes de allí salieron para ver el inusitado espectáculo.
Alguien preguntó:
- ¿A quién se le ocurrió tan brillante idea?.
Esto hizo que la rana se sintiera tan orgullosa y con tal sentido de importancia, que exclamó:
- ¡A MI!.
Su orgullo fue su ruina, porque al momento en que abrió la boca, se soltó de la caña, cayó al vacío, y murió.

sábado, 12 de mayo de 2007

El grillo

Un newyorkino y su amigo paseaban por el bullicioso sector de Times Square, en el centro de Manhattan, a la hora del almuerzo. En medio del infernal ruido producido simultáneamente por bocinas, sirenas, altoparlantes, música a todo volumen y miles de personas hablando al mismo tiempo, el americano dijo:
- Estoy oyendo un grillo.
- ¿Qué? ¡Debes estar loco!, replicó su amigo, no es posible que puedas escuchar un grillo en medio de todo este ruido.
Sin decir nada, el americano caminó hacia un tarro de flores que había en la acera y, tras una ligera búsqueda, extrajo de allí un pequeño grillo. El amigo, sorprendido, dijo:
- Esto es extraordinario, debes tener los oídos de Superman.
- No, respondió el otro, mis oídos son iguales a los tuyos. Todo depende de lo que a uno le interese escuchar.
Para demostrar lo que decía, sacó de su bolsillo varias monedas y discretamente las dejó caer al piso. El sonido producido por las monedas al tocar el suelo provocó que varios de los transeúntes voltearan la cara, curiosos por saber a quién se le había caído el dinero.
- ¿Ves lo que te digo?, insistió el newyorkino, el sonido del dinero lo escucharon todos, pero el del grillo no. Todo depende de qué es importante para ti.