viernes, 3 de agosto de 2007

Ama de casa

Había terminado las compras cuando pasó por delante de la zapatería, y aquel día se le ocurrió mirar la vidriera.

Y los vio, unos zapatos preciosos, color beige, con un tacón de aguja como los de antes, modernos.

Suspiró y siguió caminando. Cuando estaba por cruzar la calle se detuvo por el semáforo, se quedó quieta con la mirada perdida preguntándose ¿Porqué no? ¿Por qué no se los podía comprar?

Eran caros, pero no más que las zapatillas de su hijo mayor... que las corbatas de su esposo... que la computadora de su hija, (que todos usaban menos ella, porque nadie le preguntó ni se ofreció para enseñarle).

Pero, pensó; con el dinero que valían pagaba la factura del teléfono, y las expensas...u otros gastos...

El ruido del transito la hizo reaccionar y volviendo sobre sus pasos se paró otra vez frente a la vidriera.

Suspiro hondo y entró...
Al abrir la puerta de su casa con las compras del día en una mano y los zapatos en la otra, no supo porqué, pero el silencio de la casa vacía la estremeció y un terror interior le lleno los ojos de lágrimas.

Era sábado. Cada uno de sus hijos tenía un plan para salir. Su marido había salido en busca de sus amigos. Que según decía le ayudaban a despejar su mente de tanto trabajo.
Miró la hora, era tarde y tenía que hacer la comida. Dejó las bolsas con las compras en su sitio y fue a cambiarse de ropa.

Puso la caja de zapatos encima de la cama, la abrió, los sacó, los acarició y sintió el tacto suave y cálido. Se sintió feliz al comprarse los zapatos y tenerlos entre sus manos acariciándolos. Se dio cuenta de que estaba acariciando el único sueño que se había permitido en veinte años. Y sintió el vacío más profundo y angustiante que podía resistir.

Una intensa punzada en el corazón le hizo desear la muerte en ese mismo instante. No eran las ampollas ni los callos de sus manos. No era el abandono que poco a poco se había apoderado de ella ni los útiles o herramientas lo que más le dolía. Era el silencio de esa casa, limpia, ordenada, con olor a lavanda, era ese vacío, que la hizo pensar en su soledad.

En esos veinte años, lavando, guisando, comprando para los demás. Dejando escapar sus sueños de niña, ahogando sus fantasías. Y sus lágrimas, las únicas que la acompañaban durante los últimos tiempos.

La comida ya estaba preparada, la mesa puesta, el lavarropas encendido lavando la ropa de la familia. Plancho la camisa de su hijo para esa noche, ordeno las habitaciones. Se puso los zapatos nuevos y salió.

Iba bajando las escaleras despacio, sin prisas, la gente pasaba a su lado con los rostros crispados. Era la hora de cenar y era obvio las ganas que tenían de llegar cuanto antes a sus hogares. Ella, no.

Bajo los últimos peldaños y se dirigió con paso firme por el anden. Llegó hasta el final del mismo y suspiró, ¡ya estaba allí! y ahora...lo más fácil. Había mucha gente pero nadie la miraba.

Y sintió la llamada, como tantas veces, era como si esos hierros tuvieran la fuerza de un imán que la atrajesen, que la hicieran ir hasta ellos. Y así lo hizo, no se resistió y se tiró.

Y por primera por vez fue egoísta, y su último pensamiento fue ¡¡QUE LINDO ME QUEDAN MIS ZAPATOS NUEVOS!!


Cuando les dieron la noticia a su familia, todos negaron la hipótesis del suicido. Debió caerse decían, últimamente andaba distraída, pero tirarse, no, ¿Por qué? Su marido tenía trabajo... sus hijos eran buenos estudiantes... ninguno era adicto a ninguna droga... no padecían ninguna enfermedad inconfesable... la casa donde vivían era suya... tenían un buen coche... nunca hubo broncas, ni peleas fuertes en su casa... su marido aún se acordaba del aniversario de boda... ¡No, no había razón alguna, fue un accidente nada más!

Autor: Mateo Colon

Si alguna vez te sientes así: ¡coge tus zapatos nuevos, haz las maletas y márchate! Márchate tan lejos como puedas, porque este no es el fin sino el principio de la nueva y maravillosa vida que te está esperando.

2 comentarios:

Norma Romero-Komlofske dijo...

Y da tanto miedo... pero asi hay que hacerle... ponerse los zapatos nuevos, marcharse y no voltear hacia atras... grande ensenanza.. Gracias!

Unknown dijo...

Hola!

Perdona que no te haya contestado antes, pero primero con las vacaciones y después con la vuelta al trabajo, ni me había dado cuenta del comentario. Te pido disculpas.

Gracias por tu comentario. Yo también opino así, cuando la situación es insostenible hay que tomar medidas y cuando no hay otra alternativa... a grandes males grandes remedios... pero no debemos tirar la toalla jamás o perderíamos el futuro que nos aguarda.

Besos.